Atormentado por sus propios demonios, corrió por las calles vacías buscando una redención imposible. Las lágrimas surcaban su rostro ardiente.
Era inevitable: caerían sobre él y destrozarían su alma con garras y dientes.
Había creído que su reinado en los Infiernos sería eterno... creía que había podido ocultar su alma.
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