Ella le acariciaba la nariz y él dejaba hacer.
Nadie la había visto acercarse, tan chiquita.
Apenas llegaba a los barrotes, él la miraba triste, encorvado.
Esa manito tocaba al león tremendo, que podía destrozarla con un leve zarpazo.
Lloró. Nadie le había demostrado ternura.
Ella volvió feliz con mamá.
mayo 26, 2008
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2 comentarios:
Me hizo acordar algunas cosas, todas tristes -en diferentes sentidos-: Carta de un león a otro, San Francisco y el lobo, Cutini...
Está bien contado.
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