marzo 25, 2009

Orguyo


Colgó el teléfono con rabia, tomó el maletín, y subió de inmediato a la oficina de su jefe. Pidió permiso para entrar, se sentó, y escuchó mansamente el histérico regaño antes de sacar el fierro y desarmarle el cerebro de un disparo. Esa fue la última vez que le gritó.


2 comentarios:

gerund dijo...

oh!

Juan Solo dijo...

EL título me espeluznó un poco; más allá de eso, ¡que vivan los Juanes!

 


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